Hoy nos levantábamos de la cama y ya nos temblaban las manos. Sabíamos que sin ningún lugar a dudas, era el día mas peligroso del viaje. Siempre hay uno de esos días. Teníamos nervios y un poco de miedo, pero habíamos escuchado tantas historias tan fuertes que queríamos verlo con nuestros propios ojos. Nos dirigíamos a Palestina.

Cruzar la frontera de dos países que están en guerra entre si no parecía un decisión del todo acertada, pero las ganas y la curiosidad pesaron mucho mas. Así nos dirigíamos de Jerusalem a Belén (Bethlehem). Nos tomamos el colectivo 21 y nos dejó justo ahí, en el límite. Muchos bondis te llevan directamente a Belen sin mayores complicaciones, pero ese camino era tan fácil que le ocultaba a la gente la triste realidad. La ruta del 21 era la que queríamos ver. Nosotros queríamos conocer la verdadera historia que parecen ocultarnos hace tanto tiempo. Queríamos salir de esa telenovela en la que venden a Palestina como un monstruo y poder sacar nuestras propias conclusiones.

Pasamos el checkpoint, control de pasaporte y ya estábamos del otro lado. Así vino el primer cachetazo del día. Nos topamos con un muro de 8 metros de alto que separa ambos países. Algo tan retrogrado como eso. Igual que el de Berlin, exactamente igual. Pero claro, de este nadie habla.

Construido por Israel pero sin respetar la línea fronteriza, sino que levantado sobre territorio Palestino, quedándose así con metros del vecino. Lo que se observa de este segundo lado es realmente triste. Grafitis pidiendo por favor que en vez de levantar muros levanten puentes. Que no separen a la gente que hasta trabaja junta. Piden por algo tan simple como lograr la paz. Una segregación espantosa.

La segunda parada era nada mas ni nada menos que Hebrón. Esta ciudad tiene alerta máxima, y se recomienda no visitarla bajo ningún punto de vista. Muy probablemente porque no quieren mostrar una realidad que te pone los pelos de punta. 170.000 palestinos y alrededor de 8.000 Israelíes tratan de compartir la ciudad. La autoridad es Palestina, pero el ejercito Israelí muestra quien manda. Nosotros caminábamos al igual que los soldados. Yo caminaba con mi GoPro y ellos con sus ametralladoras.

Parecíamos estar a mano. Cualquier paso en falso se podía pagar muy caro. Esto no era joda y lo sabíamos. Los soldados caminan por todos lados, son miles. Los ves por la calle, por los techos, atrincherados entre bolsas de arena y en cubículos blindados. La tensión es extrema, y se hace notar. Check-Points y controles a cada metro. Una ciudad en guerra. 

La ciudad vieja es una ciudad fantasma. Miles de puestos abandonados uno tras otro. Calles cortadas en las cuales se les prohibe el acceso a palestinos en sus propias tierras. Rejas cubren las calles para proteger a los locales de los cascotes y los proyectiles que tiran los colonos judíos, a quienes se les paga por instalarse en esas tierras. Pero cuando desde lo alto tiran ácido, las rejas parecen perder toda utilidad. El juego parece ser dispararle lo mas abajo posible a los tanques de agua de los palestinos, para garantizar que el agua se les agote cuanto antes. Los nenes ya no juegan con pelotas, sino que con pistolas.

Una triste realidad que vale la pena mirar con los propios ojos. Un pueblo que se ha visto forzado a ser un pueblo fantasma. Un pueblo al que parecería que le están quitando las tierras. Soldados israelíes que siguen la Ley Militar interviniendo cuando palestinos atacan a los colonos, pero que siguen la Ley Civil haciendo oídos sordos a todo ataque de los colonos. Una injusticia y una violencia totalmente desmesurada y sin ningún sentido. Dan ganas de llorar! 

Claro, esta es la version Palestina. Habrá que ver por que pasa lo que pasa y de donde surge todo esto. Pero la realidad es muy muy fea. Ojalá en algún momento se pueda solucionar toda esta terrible locura, y ojalá que sea pronto!!! Por lugares como este, nunca voy a dejar de viajar!