Uoooooo. Maan. ¿Qué onda? ¿Qué pasa acá? ¿Están todos locos? No es lindo estar en Varanasi. No es agradable. A la vista, es un castigo. Estás en penitencia, pero es increíble la experiencia de estar ahí. Es todo una locura.
Varanasi es una ciudad sagrada. Se cree que todo hindú debe pisarla al menos 1 vez en esta vida. Muchas personas van allá a curarse de sus enfermedades. Muchas otras directamente a morir. Se alojan en «hospis» y esperan a que llegue su momento. Se referían a eso con la frase «When Happens Come». Pero todo tiene un significado. Siempre hay un porque. Es la ciudad de Shiva, uno de sus tres dioses. El destructor. Se cree que morir ahí acelera el proceso de la reencarnación.
Ahí se ve eso que muestran miles y miles de libros, programas y documentales. Pero hasta no estar ahí, no lo entendés. Ver para creer. La calle es terrible. Imposible darse una idea de lo que es por fotos o videos. Solo hay que estar ahí. Caos. Embotellamiento irreversible. A cada esquina, un cuello de botella. Roces y mini choques a cada instante. Ves motos yendo a la par de rickshaws o «bici taxis». Algún que otro conductor pierde sus ojotas en el camino. Tuc tucs, taxis y carretas. Todo convive. El transito va en todas direcciones. No hay reglas. Parece no haber manos ni carriles. En la calle todo vale. Vas a ver muchos homeless, gente tirada en la calle, policías dando algún que otro palazo a algún taxista mal estacionado e incesantes roces entre todo tipo de vehículos. Se mezclan olores y fragancias. Frutas «frescas» en puestos callejeros combaten con el olor del pis en cada rincón, con penetrantes saumerios y con el desecho de las vacas en plena calle. Inevitablemente el olfato se declara en default. Demasiado junto y difícil de combinar. Bienvenidos a Varanasi!
Después de la larga espera llegas al famoso río. El emblemático Ganges con multitudes en sus orillas esta justo ahí. Ese es el río sagrado, el más sagrado. Cuna de acontecimientos y rituales fuertes, únicos. Lo que sucede ahí es demasiado intenso. Bajan grupos de personas cantando y gritando. Tratás de entender, pero claro, es difícil. Están trasladando el cuerpo de algún familiar sin vida para sumergirlo por ultima vez en el río. Su última purificación. También se le tira un poco de agua en la boca. Se lo bendice. Después dejan secar el cuerpo alrededor de media hora para luego cremarlo a orillas del río.
Hay un fogón que nunca se apaga. Nunca. Ese es el fuego de Shiva, puente de acceso para llegar a Nirvana. Solo y solo de ese fuego se puede prender otro fogón en el cual finalmente se cremará el cuerpo. Conviven simultáneamente varias cremaciones. Ahí no valen fósforos ni encendedores. Solo existe aquel eterno primer fuego. Se tarda entre 3 y 4 horas en cremar. A esa ceremonia generalmente van solo hombres. Se considera un privilegio morir ahi, entonces no se llora. De todos modos, algunas lagrimas siempre caen. Ellos creen que las mujeres son más sensibles, entonces no asisten. Se trata de evitar que interrumpan ese ciclo sagrado. ¿Qué fuerte no?
Por otro lado, el poder adquisitivo de todos no es igual. No todos llegan a comprar la suficiente madera como para quemar el cuerpo entero. Antes los restos que no llegaban a quemarse iban directo al rio, justo al lado de la gente que se purificaba. Ahora solo va al río una mínima parte que es la que nunca pero nunca parece consumirse. Los menos adinerados van a crematorios gubernamentales. Son una especie de hornos eléctricos por tan solo unas 500 rupias. Aproximadamente 10 dólares.
Vale aclarar que los «crematorios» son sencillos y humildes fogones a los pies del río entre vacas y perros callejeros. Podes caminar entre los fuegos siempre y cuando lo hagas con mucho respeto. Ahí no se sacan fotos ni nada por el estilo. Pero entendés como funciona todo. Lo ves de cerca. Ves los cuerpos, las costillas que hierven y los huesos que tiran al río. Por atrás tuyo pasa un hombre que junta la caca de las vacas en unos baldes y te toca la espalda. Puaj! Amigo, ¿te jodería pasar sin tocarme?
Hay algunos pocos cuerpos que pueden arrojarse al río sin ser cremados. Se atan a rocas y descansan eternamente en el mismísimo fondo del Ganges. Esos son derechos que tienen las embarazadas y niños. También los Brahamanes y las víctimas de las temibles cobras.
Hay centenares de botes que reman lentamente bordeando el río. Espectadores de lujo. Siguen de cerca cada ritual. Amantes de la cultura van de ceremonia en ceremonia. En el amanecer las escalinatas se tiñen de amarillo y las personas bajan por los ghats a bañarse en el río. A la hora del atardecer se puede disfrutar la ceremonia de los monjes que bajan de los monasterios y prenden velas y velas. La multitud a sus espaldas hace sonar las miles de pequeñas campanas que cuelgan de unas cañas de bamboo. La gente pide y pide deseos desde las barcas. Arrojan canastitas con velas y flores. Esas son las infinitas luces que flotan e iluminan el curso del río durante toda la noche.
Salís de Varanasi estás empapado de cultura. Te pegan cachetazo tras cachetazo, sopapo tras sopapo. Dos mundos en un mismo mundo. Otra, pero absolutamente otra realidad. Pero ahí no dejes de mirar lo que tus ojos no quieren ver. Miralo que de algo te va a servir. Muy probablemente uno se deje de quejar de las mil huevadas que nos quejamos día a día. Cuando no quieras estudiar, vas a agradecer que aunque sea tuviste la chance. Cuando no ande el semáforo de Maipu y San Martín vas a pensar en ellos que directamente ni los tienen. Cuando te choquen, te vas a acordar de ellos que chocan varias veces al día. Cuando no te guste la comida, vas a pensar en ellos que no comen hace un par de días. Cuando te duela la gamba, vas a enaltecer a aquellos que se arrastraban por la calle porque no podían caminar. Que loco que es estar en la India. No podes ir a India sin pasar por Varanasi. Varanasi es India!
Pueden escuchar el Episodio 3 de nuestro Podcast en Spotify donde hablamos de este tremendo lugar así como también de Amritsar.