De chiquito siempre tenía el mismo despertador. Él nos levantaba siempre igual. Con una mano agarraba un perrito de juguete y con la otra, otro. En el medio, una reja ficticia. Ahí arrancaba su show. Ladridos salían de su boca y los perritos corrían de un lado y del otro de la cerca. Así nos levantábamos en mi casa todos los días. Hoy es emocionante. Emocionante es estar con él haciendo un safari en Sri Lanka.
Llegamos a las cabañitas, nos enmudecieron. Una obra de arte colgada a lo alto. Arriba del árbol, nuestro rancho. Una casita perfecta. Sus paredes, ventanales puros. Las ramas de las palmeras chocan nuestro rústico balcón. Desde acá se ven las copas de los árboles. Las ardillas corren en círculos alrededor del árbol y amagan con entrar. La lagartija está dada vuelta, sus ojos desde la pared vigilan desde muy cerca mi cuerpo. Gusanos rojos y negros, sinónimo de veneno. A 10 metros de altura nuestra vista es inigualable. El Parque Nacional lo tenemos en frente de nuestros ojos. Lo analizamos, lo miramos. Mañana entraremos a investigarlo.
El día llego. Un Jeep privado con capacidad para 6 nos espera abajo de la cabaña. La primer gran noticia, es solo para nosotros 2. Dentro del Jeep la movilidad es ilimitada. Marianito vigilaba el flanco izquierdo y yo hacía lo propio con el derecho. Así procurábamos maximizar el avistaje.
Poco tardó el espectáculo en comenzar. Ni bien entramos, una manada de unos diez búfalos parecían despertarse bañándose en el lago. Los teníamos bien cerquita. Se metían enteros en el agua, desaparecían por unos segundos para luego resucitar. Acto siguiente, danza el pavo real. Con sus plumas abiertas seduce a su mujer. Ella, enamorada viene rápido. Apreciamos el coito y todo parecía a propósito.
Empiezan a sonar los walkie talkie. Llamadas nos alertan de movimientos de leopardos, ese al que todo quiere ver. El número 1 del parque. Ahí nuestro conductor se volvía totalmente loco. Se transformaba en sordo, no escuchaba nada que se le diga. Iba directo a donde se le indicaba. Saltaba los inmensos posos de las humildes calles del parque. Pasaba a todos los demás, peinaba espejos. Jugaba al límite con volcar. Los ojos se le salían para afuera como un nene cuando le dan una pelota. Pedía el largavistas a gritos, se subía al techo a buscarlo. Pasión nene, dejaba la vida por esos colores. El dorado con puntos negros era su obsesión. A tal punto que no sabía si tenía más ganas de verlo yo o él. Él, que trabaja ahí desde hace 4 años trabajaba como si fuese su primer día.
Gracias nene, gracias. Diste todo, dejaste la vida en cada pelota. Una hora y media esperamos ahí, sin ver ni un pajarito porque supuestamente el leopardo estaba atrás de un arbolito. Tímidamente le pregunto: Loco, ¿podemos ver otro animal? Pero no quería desafiar su autoridad. Esperen, ya va a salir. Y no se equivocó. Gracias de nuevo. El número 1 sale corriendo y simultáneamente sale otro leopardo de la nada y entre los dos empiezan a jugar. Saltan y suben al árbol. El día estaba hecho. Ahora todo seguía más relajado.
Yendo rumbo al camping para almorzar nos esperaba lo inesperado, un leopardo, agazapado. En el medio del descampado, trataba de esconderse. Era su hora de comer. Arranca la persecución. Corren los bambis, corren los chacales. El botón del pavo real alerta a todos los herbívoros, se huele el asesinato. Pero ese leopardo está loco, está demente. Se enfrentaba solo a media sabana. Una manada de búfalos parece retobarse y lo encara. Lo multiplican en número obligándolo a refugiarse en lo alto de un árbol. La fortuna estaba de nuestro lado. Ver eso ahí era impagable. Al mediodía cuando todos dicen que desaparece para descansar, el tipo se mando flor de show. Nuevamente, gracias por esto.
Nada parecía faltar, pero después del almuerzo nos dimos cuenta que sí. Jabalíes bebes corrían escapándose de la camioneta y las manadas de elefantes caminaban a la par. Sus gritos se escuchaban en todo el país. Queríamos todo menos enojarlos. Ni bien empiezan a caminar, tu conductor ya sabe todo. No pierde ni un minuto, los deja atrás y se va a otro water pond. Primer fila, la platea baja nos garantizaba una vista de lujo. Faltaban los jugadores. Pero ahi salen de la manga por atrás de unos árboles. 4 elefantes empiezan a bañarse en el lago a metros tuyo y no lo podés creer. El superclásico fue un afano y que barato salió el ticket.
Emprendiendo la vuelta se ve todo lo que faltaba. Los monos te miran curiosos desde arriba de los arboles. Mangostas caminan torpemente al lado del camino y las águilas esperan su momento para cazar. Liebres escapan del ruido de los motores y los cocodrilos sumergen su cabeza esperando el momento oportuno de atacar. El martin pescador analiza el momento para bajar y dar su picotazo mientras los lagartos se deslizan lentamente. Son los únicos que le dan tiempo a la fotografía. Los bambis siempre completan el paisaje.
Agradecer es lo mínimo que tenemos que hacer con un parque que nos mostró todo lo que tenía y con un conductor que dio todo lo que podía. No conozco gente más buena que la de este país. Sri Lanka, inmensas gracias.
Tengan en cuenta que este es un destino perfecto para combinar con Maldivas, así que después de unos días de safari deberían venir unos buenos días de playa.