Pokhara es una ciudad de Nepal ubicada a unos 200km al oeste de Katmandú, su capital, y que cada vez va tomando un rol más protagónico dentro del sector turístico del país. Tiene alrededor de 200.000 habitantes, y siendo la tercera ciudad más grande del país funciona como el punto de partida para arrancar los famosos trekkings rumbo al Annapurna.
Para quienes nunca escucharon este nombre, el Annapurna es un macizo montañoso situado en el centro de la Cordillera de los Himalayas, la cual culmina en el Annapurna I que tiene 8091 mts de altura y es la décima montaña más alta del planeta y dicen que una de las mas complicadas para escalar. Pero profundicemos un poco más sobre esta hermosa ciudad. ¿Qué ver? ¿Algún festival para recomendar? ¿Alguna actividad de turismo aventura?
3 Cosas que hacer en Pokhara
1- Lago Phewa
Una caminata bordeando el Lago Phewa es una de las cosas que tenemos que hacer si o si en Pokhara, y es acá donde van a encontrar una gran cantidad de bares, restaurantes y locales de fiesta sobre la misma»Lakeside Road«. Esta zona es el lugar ideal para tomarnos una buena cerveza frente al Phewa que es el segundo lago más grande del país.
También van a encontrar varias lanchitas para dar un paseo e ir a la Isla donde se encuentra el Templo Tal Bahari, considerado el lugar de culto hinduista más importante de la ciudad. Por último, vengan acá si quieren ver los mejores atardeceres de la ciudad.
2- Asistir al Holi Festival
El Holi Festival es uno de los eventos que no se pueden perder si andan por India o Nepal. Este festival hindú se festeja cuando termina el invierno y arranca la primavera, y hace referencia a «la victoria del bien sobre el mal«. Los locales también se deshacen de «lo viejo» y lo que quieren dejar atrás para darle espacio a lo nuevo que está por venir.
¿En qué se traduce esto? En un día a puro festejo y música, donde la gente compra bolsitas con polvos de colores y sale a la calle a tirarle a todo el que se le cruce. Como consejo práctico, lleven ropa vieja que vayan a descartar después del evento, ya que las probabilidades de que no queden arruinadas es muy baja.
3- Hacer Parapente para estar cara a cara con los Himalayas
Una actividad que hacer en Pokhara para meterle un poco de emoción a nuestra estadía es hacer Parapente. Van a sentir la adrenalina a flor de piel, y si no habían llegado a ver los Himalayas porque tuvieron días nublados, no se preocupen que desde acá no van a tener ningún problema.
La actividad puede costarles alrededor de 60 USD en temporada baja y alrededor de 90 USD en temporada alta, así que es todo una inversión pero les aseguro que vale la pena. Una camioneta los va a dejar en lo alto de la montaña y desde ahí van a correr unos pocos pasos hasta que levanten vuelo, y mientras tanto el paisaje se pone mejor y mejor.
Van a ver el Lago Phewa hacia abajo y los Himalayas a un lado, ¿qué más pueden pedir? Casi con certeza les digo que les van a ofrecer hacer algunas acrobacias con el parapente cuando estén bajando, y si ven algunos parapentes que parecen fuera de control no se preocupen, son «trucos» que hacen que a nosotros nos parecen completamente una locura.
Bitácora de Nepal
Llegaba a Nepal, sólo. Ahí quería descansar y solo descansar, relajar. Pensaba estar una semana en Katmandú, su capital, y recorrerla en «slow motion«. Pero sacrificar una visita a los Himalayas era demasiado fuerte para mí y el plan original se derrumbó en cuestión de minutos. A la mañana siguiente emprendía el camino hacia Nagarkot, donde prometían amaneceres y atardeceres inolvidables frente a las montañas. Pero todo fue en vano, a la tarde la niebla no me dejaba ver ni la casa de al lado. Toda la noche me la pasé mirando por la ventana viendo si podía ver las estrellas. La negativa predecía lo que sucedería más tarde. Un amanecer gris me despidió del pequeño pueblo de montaña con una frustración extrema. «Nagarkot me garkó«, pero no iba a permitir irme con esa triste imagen.
A la madrugada siguiente caminé hasta la estación de buses con una sola y firme idea: Los Himalayas. Los tenía entre ceja y ceja y no quería parar hasta no encontrarlos. Fueron 8 horas intensas para hacer 200 km hasta Pokhara. Es decir, viajábamos a una velocidad de 25km por hora. Ahí conocí el famoso «bondi-saltarín«. Denomino así a todo transporte público en el cual la mitad del recorrido la cola va pegada al asiento, y la otra mitad la cabeza pegada el techo. Así llegué a Pokhara, con el culo chato y la cabeza abollada, pero la historia se repetía. Solo veía pequeños cerros y la bronca era inexplicable. Medité frente al lago con unas birras y unos nachos, la cabeza iba a mil y no sabía como frenarla. No lo podía creer, no lo podía permitir. Inmediatamente busqué algún local de deporte aventura y reservé un parapente para la primera hora de la mañana siguiente. Era mi último tiro, el último esfuerzo. Si desde lo alto no los veía, no los vería desde ningún lado y ahí me resignaría.
La mañana siguiente me desperté temprano, corrí la cortina del cuarto y ahí estaban. Me fui corriendo a la terraza a desayunar, estaba cara a cara con los gigantes. Rocosos, con nieves eternas en su cima, blancos se camuflaban entre las nubes. Tímidos, mostraban sus infinitas puntas puntiagudas. Los famosos 8000 metros al lado mío. La risa era toda mía, iba de oreja a oreja. El esfuerzo dio su fruto y el paracaídas era yapa.
Así fui subiendo la montaña. Desde una tranquilidad incomprensible hasta un culepe terrible se iban adueñando de mi cuerpo mientras iba ascendiendo. Cuando llegamos a la pista de despegue a lo alto de la montaña, la presión era extrema. Los labios se pegaban a los dientes, la risa no quería salir. Pero estaba a tan solo unos pocos metros de esos monstruos. Corrimos, corrimos y empezamos a volar…
Dábamos círculos y círculos, el miedo era mi mejor amigo, me agarraba del cuello sin parar. Había miles de parapentes todos juntos yendo a la par, demasiado pegados a mi gusto. Y no se porque siempre pero siempre me encontraba mas arriba que el resto. Los miraba a todos desde arriba. Una maldita y constante decisión de mi piloto, quería ir tan alto como pudiese. El ruido del viento me asustaba, las ráfagas bruscas también. Que mierda hacía solo andando en parapente en Nepal, no había necesidad. Un fanático de la adrenalina convivía con un miedoso en un mismo parapente, demasiado opuestos para estar tan cerca.
Desde ahí arriba veía a unos que intentaban despegar y fallaban, cayéndose al piso y recibiendo apoyo inmediato y a otro dando vueltas y vueltas con un paracaídas descontrolado. «That’s the rollercoaster. You wanna do it?» me dice. Flaco estás loco, le respondo con un inmediato y firme «No thank you«. Terminaba una gran parte del viaje a pura adrenalina, sobrevolando el lago y los increíbles Himalayas.
Al bajar, el Holi Festival me esperaba en sus calles y el polvo de colores pintaba el pueblo con alegría. El festival se hacía sentir, se veía y se escuchaba. Gritos y más gritos. Chicos pequeños haciendo guerras de bombitas de agua me recordaban a mi niñez en Pinamar con mis primos. Con una voz aguda escuchabas un «Happy Holi«, un nenito del otro lado de la calle pedía tímidamente ensuciarte la cara. Él a vos, vos a él, y seguías caminando alegremente. Era el festival de los nenes, invasión de pistolas de agua mientras los baldazos caían desde los balcones. Azul, rosa, verde, rojo, amarillo y violeta, esos eran los reyes del día. Ver a los ancianos pintados era fascinante. Todos participaban, todos interactuaban, todos festejaban. La alegría no tenía fin.
La mejor decision que podría haber tomado era venir a Pokhara. A quien deba agradecerle, simplemente gracias!
Si van a combinar Nepal con India, les dejo los artículos de Amritsar y Varanasi para que conozcan estos dos tremendos lugares de su país vecino.